
¡Ya estamos de vuelta de las vacaciones! Otra vez de vuelta a la rutina… pero no os preocupéis que el post de hoy no trata sobre eso (ya bastante tenemos con acostumbrarnos de nuevo a la vida real). Vamos a tocar un tema con un gran componente de opinión, pero sobre el que me parece necesario hacer una reflexión. En esta entrada os hablaremos de la “eterna felicidad” y los problemas que puede acarrear.
Hoy día podemos observar un culto a la felicidad y a las emociones positivas. Los típicos carteles motivacionales de hace años han evolucionado hasta convertirse en marca, con el positivismo por bandera, contagiando a pequeños y mayores. Hablando desde el punto de vista de la psicología, también existen tendencias desde las que se promueve la búsqueda de bienestar emocional a través de cultivar pensamientos y sentimientos positivos. Incluso otras disciplinas también han incorporado el positivismo a su repertorio de estrategias.
Puede que llegado este punto os estéis preguntando (con razón): ¿y esto qué tiene de malo?
Pues bien, la respuesta no es sencilla. ¿Qué tiene de malo promover las emociones positivas? En principio nada, desde luego, es algo positivo y útil. El problema radica en las situaciones en las que el cultivo de sentimientos positivos anula la posibilidad de que existan sentimientos negativos. Me explico: no hay ningún problema en que yo busque ser más positiva para sentirme mejor; el problema aparece cuando intento ser positiva a toda costa, reprimiendo, obviando e incluso negándome la posibilidad de experimentar emociones consideradas como negativas.
Un ejemplo clásico es la tristeza: desde pequeños podemos observar que la tristeza no es muy bien aceptada socialmente (desde el típico“no llores, no ha pasado nada” cuando nos hemos caído o asustado, hasta cosas más serias). La consecuencia lógica es que aprendamos a reprimir la tristeza o, al menos, a no mostrarla en público.
El problema de esconder o reprimir la tristeza es que estamos anulando sus principales funciones: la función social (que estimula las conductas de ayuda por parte de los demás) y la función personal (motiva un estado físico y mental que favorece la reflexión, el afrontamiento y la aceptación de los problemas). Sin la “digestión” que propicia la tristeza, los problemas serán reprimidos, se enquistarán y volverán a salir a la luz de una forma u otra más adelante.
Aunque la tristeza no es el único ejemplo de emoción negativa con consecuencias positivas, me parece el más obvio y de fácil explicación y comprensión.
Con todo esto no queremos decir, obviamente, que sea siempre bueno experimentar sentimientos negativos. Un exceso de sentimientos negativos, o simplemente una gestión emocional deficiente nos pueden llevar a problemas de salud mental.
Tampoco queremos decir que ser positivos o estar alegres sea malo. Simplemente que no debemos ser felices a costa de reprimir o enterrar las demás emociones. En el equilibrio está la clave, y una adecuada comprensión de lo que sentimos, además de una buena regulación emocional, nos servirán para lograr una madurez emocional completa y alcanzar así una felicidad que no sea dañina.
Para ello, la educación emocional, como siempre digo, es fundamental. Aprender desde pequeños a identificar las emociones propias y ajenas, además de saber qué implican y conocer las estrategias para poder gestionarlas eficazmente, es imprescindible para crear adultos emocionalmente competentes.
Aprovecho para hacer una recomendación de cine familiar: la película “Del Revés” (Inside Out, 2015). En ella, podemos aprender sobre las emociones, el funcionamiento de la mente humana y la maduración emocional a la vez que nos divertimos. Algún día haremos una reseña sobre ella, ¡prometido!
ENLACES DE INTERÉS
¿Para qué sirve la tristeza?- Educa y Aprende
Las funciones de la tristeza- Psique Viva
Película “Inside Out” analizada por una psicóloga- Be Fullness
Muy acertado… Desde luego, es necesario vivir, aceptar y experimentar multitud de emociones, positivas y negativas… Creo que, efectivamente, es fundamental que desde niños trabajemos esto y demos la oportunidad a los más pequeños de aprender a gestionar las emociones de la mejor manera posible.
¡Muchas gracias por pasarte a dejarnos un comentario, Sara!
Desde luego, es imprescindible aprender a gestionar las emociones desde pequeños, ya que son compañeras que estarán con nosotros toda la vida, y su mala gestión acarrea numerosos contratiempos. ¡Ojalá en el currículo educativo quedase espacio para ellas! Menos mal que vamos avanzando y la gente cada vez está más concienciada. Vamos pasito a pasito, pero vamos avanzando. ¡Un saludo! 🙂